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En el día de hoy, 15 de junio, se cumplen 100 años de la Reforma Universitaria de 1918, el mayor hecho histórico nacional llevado adelante por estudiantes universitarios que reclamaban la democratización del gobierno universitario, la gratuidad, la promoción de la ciencia, la libertad de pensamiento y la autonomía.

La juventud ya no pide. Exige que se le reconozca el derecho a exteriorizar ese pensamiento propio en los cuerpos universitarios por medio de sus representantes. Está cansada de soportar a los tiranos. Si ha sido capaz de realizar una revolución en las conciencias, no puede desconocérsele la capacidad de intervenir en el gobierno de su propia casa.

Manifiesto liminar, 21 de junio de 1918

La lucha estudiantil comenzó a principios de siglo XX organizándose los jóvenes en centros de estudiantes dentro de las cinco universidades existentes hasta el momento: Tucumán, Santa Fe, Córdoba, La Plata y Buenos Aires. Desde esos espacios comenzaron a reclamar reformas que modernizaran los estatutos universitarios. 

El caso más complejo se dio en la Universidad Nacional de Córdoba, fundada por los jesuitas en 1613 en tiempos de colonización española, manteniéndose a principios de 1900 características coloniales, racistas, elitistas y clericales. En ese marco, el 10 de marzo de 1918, el estudiantado cordobés salió a las calles para manifestar su descontento hacia las autoridades universitarias.

Esa marcha dio lugar a la conformación de un Comité Pro Reforma. Ante la respuesta negativa de las autoridades, el 14 de marzo el Comité declaró la huelga general de los estudiantes por tiempo indeterminado, imposibilitando el inicio de clases el 1 de abril. En un documento el Comité menciona que la reforma universitaria propuesta obedece a una necesidad de ponerse a tono con los tiempos considerando al régimen vigente como “antiguo” y “aristocrático”.

El 11 de abril se conforma la Federación Universitaria Argentina (FUA), integrada por delegados de las cinco universidades. Ante la gravedad de lo que sucedía en Córdoba y luego de recibir a los dirigentes estudiantiles, el presidente Irigoyen decreta la intervención de la Universidad y designa al Dr. Nicolás Matienzo para ejercerla. Fue él quien redactó e hizo aprobar el estatuto que reemplazaría al de 1893, democratizando el gobierno universitario.

Luego de comprobar diversas irregularidades, el interventor declara vacantes los cargos de rector de la Universidad y decanos de las facultades y dispone un nuevo sistema para la elección de las autoridades por parte de la totalidad de los docentes. Durante mayo son elegidos los nuevos decanos triunfando los partidarios de la Reforma.

El 15 de junio fue el día elegido para que se realice la elección de Rector. Los estudiantes, que habían conseguido que los profesores integraran por primera vez la Asamblea Universitaria, apoyaban al candidato reformista Enrique Martínez Paz, mientras que el candidato de los sectores tradicionales era Antonio Nores, representante de la cúpula clerical.

Sorpresivamente los profesores modificaron su voto y apoyaron a Nores, lo que provocó la reacción de los estudiantes quienes irrumpieron en el salón e impidieron la consumación del acto. A partir de allí declararon una nueva huelga general que se extendió a nivel nacional con la adhesión de los estudiantes de las restantes universidades y también de la Federación Obrera de Córdoba.

Días después, Nores asume el rectorado registrándose nuevamente hechos de violencia. La Federación Universitaria de Córdoba reclama su renuncia al tiempo que difunde el Manifiesto Liminar para “todos los hombres libres de Sudamérica” redactado por Deodoro Roca, sin hacer conocer su autoría.

El 21 de julio se realiza el Primer Congreso Nacional de Estudiantes, convocado por la FUA en Córdoba, proclamando la necesidad de autonomía, gobierno tripartito, asistencia libre, régimen de concursos y periodicidad de la cátedra, entre otras demandas. A partir de allí se generan numerosas manifestaciones estudiantiles que generan la renuncia de Nores al rectorado y la decisión de Irigoyen de designar como interventor en la Universidad de Córdoba a José Salinas, quien da lugar a muchas aspiraciones estudiantiles.

El Manifiesto Liminar fue adoptado como documento programático por la Federación Universitaria de Córdoba constituyéndose como la base de la reforma universitaria argentina. Su difusión e influencia se extendió rápidamente el resto de Latinoamérica siendo la base de todos los movimientos reformistas posteriores.

A 100 años de este hito que transformó a la universidad desde la FCEIA reafirmamos los valores y logros conseguidos por aquellos jóvenes y trabajamos para continuar en el camino de una universidad libre, gratuita y de calidad.